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Dieta Alea: ¿por fin la definitiva?



La mayoría de las personas que quieren adelgazar ya lo han probado antes y han fracasado en el intento, generalmente varias veces. Estas personas suelen, además, asociar de forma automática régimen con hambre, alimentos prohibidos
, ansiedad, comidas sin sabor, lechuga, pollo y piña. La dieta Alea viene a desmontar todo lo anterior. Y viene para quedarse, «porque es sensata», según uno de los nutricionistas promotores de la misma. «Y porque funciona, claro está. Se adelgaza sin pasarlo mal, a buen ritmo, sin que nos cambie el humor, y sobre todo, comiendo de todo», asegura Roberto Cabo, uno de los cuatro nutricionistas que ha creado este sistema y autor del libro «La dieta Alea», donde se explica el método. La clave está, afirma Cabo, «en que esta es una dieta mediterránea tradicional, moderadamente baja en calorías, para conseguir un buen ritmo de pérdida de peso, con platos fáciles de toda la vida, que nosotros en señamos a cocinar»..

Muchos cuando empiezan una dieta lo que suelen pensar es «otra más», sin tener mucha esperanza en que esta vez sea la definitiva. La gente está cansada, y sobre todo, del efecto rebote que ocurre tras abandonarlas.

—Lo que ocurre es que la gente elige dietas equivocadas, raras o restrictivas, imposibles de mantener en el tiempo, lo que les hace abandonar, porque no pueden ni quieren seguir ese tipo de alimentación. En realidad la dieta Alea no es una novedad, es una adaptación de la dieta mediterránea, baja en calorías, es decir, en la cantidad que te corresponde según tu gasto calórico.

Es decir que para adelgazar, no hay más secretos que «cerrar el pico».

—Hay que tomar las calorías necesarias para estar bien nutrido, y hacer la restricción energética adecuada a cada persona. Pero sí, toda dieta que nos haga adelgazar es hipocalórica.

No hay atajos.

—Efectivamente, el camino más corto es la línea recta, y un régimen debe ser a largo plazo. Una dieta no es una carrera, «tengo que adelgazar tanto en tanto tiempo». No. Es pensar en alimentarse bien y en mejorar hábitos. Con esta dieta, por ejemplo, se adelgaza lo que marcan las directrices sanitarias: el ritmo dependerá del peso de partida, pero oscila entre los 500 mg. y el kilo cada semana. Lógicamente, esto cogido con pinzas, y dependiendo del cumplimiento del «paciente».

Dice usted que no se trata de un régimen de lechuga, pollo y piña, sino que con esta dieta se come de todo y, sobre todo, no se prohiben alimentos.

Para gozar de una buena salud hay que comer de todo, todos los días. Y cualquier dieta que prohiba un solo alimento es desequilibrada. Hay que alimentarse bien también cuando queremos adelgazar. Además estar a dieta no tendría que significar alimentarse de forma extraña, ni dejar de tomar pasta, legumbres, lácteos, frutas... o sustituir comidas por productos. En primer lugar, repito, porque sería alimentarse de una forma irreal, en segundo, porque sería no estar bien nutrido, y en tercero, porque no se aprende a comer de una forma correcta, y se volverían a retomar los hábitos que llevaron al sobrepeso.

¿Cómo cuáles?

—No desayunar, o desayunar bollería, no comer nada a media mañana o a media tarde, picotear entre horas... tener una vida sedentaria, sin ejercicio físico regular, no planificar la compra semanal, o ir con hambre a la compra y comprar un montón de «guarrerías», o descuidar la alimentación los fines de semana.

La teoría nos la sabemos todos.

—O no. Esa frase la escuchamos con bastante frecuencia en nuestra consulta. ¿Sabemos cómo alimentarnos? Si y no. Hay muchos mitos falsos también, y la realidad es que cuesta aplicar la teoría en el día a día.

Mi problema es que me gusta comer.

—Otra afirmación que escuchamos decir frecuentemente a personas con sobrepeso. Pero generalmente, el problema no es que nos guste comer. Gozar de la comida es un privilegio, Un placer al alcance de todos, todos los días, pero como arroparse calentito en la cama... Es bueno disfrutar comiendo, es más, hay que disfrutar comiendo, eso sí, mientras hacemos dieta.

En su libro habla de que es fundamental hacer dieta porque la persona lo ha decidido así, nunca obligados.

—Esto, que parece evidente, a veces se nos olvida. Si nos ponen delante unas patatas fritas es muy común decir «yo no puedo». La frase correcta es «si puedo, pero no quiero, aunque me apetece». Si empezamos a darle la vuelta a pensamientos del tipo «no puedo», «no me dejan», «está prohibido», no hacemos más que aumentar la presión sobre nuestros hombros. ¿Te lo comerías? Pues claro. ¿Puedes comértelo? ¡Sí, es un país libre! Pero... ¿realmente quieres comértelo, o adelgazar? Distráete 10 minutos y ya verás qué orgulloso estarás cuando te des cuenta de que ya se te han pasado las ganas. Lo más importante de todo esto es que nos demos cuenta de que ya se te han pasado las ganas. Y de que nadie nos obliga a hacer dieta. No tenemos que enfadarnos ni sentir desespero mientras adelgazamos. Es algo que hemos elegido libremente.

De acuerdo, usted afirma que para adelgazar hay que querer pero... ¿Cómo podemos tener fuerza de voluntad para hacer dieta?

—La fuerza de voluntad no se tiene. La fuerza de voluntad se adquiere. O sea, no es algo que tengas de nacimiento, sino que es una capacidad que se ejercita cada día, en los diferentes momentos en los que hace falta. Cuantas más veces haces una cosa (por ejemplo, negarte a saltarte la dieta), menos te cuesta volver a hacerlo. En las primeras ocasiones cuesta mucho, pues es algo que no hemos hecho varias veces, pero a medida que pasan los días todo va fluyendo mejor porque nos hemos acostumbrado a las nuevas rutinas, y resistimos así mejor las tentaciones. Y hay que ver lo genial que sienta hacer algo bien, ¿verdad? En eso se basa la fuerza de voluntad, en sentir ese gustito que genera el trabajo bien hecho, en lugar de dejarnos llevar por nuestros impulsos primarios. No hay que ponerse etiquetas, o sambenitos, tipo «yo no tengo fuerza de voluntad». La tienes, solo debes trabajarla cada día.

¿Influye la genética en el sobrepeso?

—Muchos dicen que han «heredado» la gordura de sus familias. Pero eso no es cierto, o no del todo. Los genes establecen cierta tendencia, influyen... pero nadie nace gordo. Nadie está condenado a ser «gordo». Las personas están gordas, no son «gordas».. Si se tiene sobrepeso es porque no hemos encontrado todavía la manera de cambiar los hábitos malos que nos han hecho engordar. ¡Punto!. No le demos más vueltas.

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