Considerando que el hombre desarrolló su rechazo a ciertos olores como forma de evitar las comidas potencialmente dañinas, me pregunto si la inventora del Stink Yourself Slim no está tan loca como parece Por un lado, el mundo desarrollado nos atiborra con alimentos engordantes y, por otro, nos presiona para que luzcamos cuerpos esculturales. ¿Cómo comprender tan gigantesca paradoja? Haré algo a lo que ningún tertuliano español se atrevería: reconocer que no tengo la menor idea.